Tuve una situación muy complicada esta Navidad. He tenido esta experiencia varias veces ya, no muchas, pero tantas veces como ciudades en las que he vivido: Barranquilla, Augusta, Lampang, Bogotá, Madrid, Kiel... entonces, 6 veces.
Es una sensación complicada, difícil de describir. No difícil porque me falten las palabras (a mi casi nunca me faltan las palabras... y cuando me faltan, me las invento. Es esa la bellezura de mi idioma, y de mi carrera), sino porque la situación, la sensación, la experiencia, es tan patética, tan ridícula, tan--tan triste, que me da como pena aceptarla y describirla.
Pero sé que el primer paso para solucionar un problema es precisamente aceptar que hay un problema. De modo que, aquí voy.
Tengo un problema. Mi problema es que no sé qué es lo que quiero.
La noche de Navidad (para ser exactos, el 24 de diciembre. Los gringos dicen que el 24 es la víspera de la Navidad, y los alemanes dicen que es el primero de 2 o 3 días de Navidad... entonces, para no complicarnos, el 24 del mes en curso) me sentí mosca en leche.
(¿Que cómo se siente una mosca en la leche? Como un perro en misa. Y, ¿que cómo se siente un perro en misa? Esteeeee... no en su salsa. Y, ¿que cómo se siente no estar en su salsa? Puessssss... no bienvenido.)
Así es. Me sentí como mosca en leche. Like a fly in the milk.
Pero fue un sentimiento raro y confuso, porque cuando una se siente como una mosca en leche, generalmente sabe dónde preferiría estar. Pero yo no tenía ni idea dónde hubiese preferido estar.
Sólo sabía que no quería estar donde estaba. Había comida rica, gente que me quería, un lugar agradable... pero, no podía identificar el problema. Mi problema.
Entonces viene el grandísimo problema. Mi mamá me educó para que dentro de mi billetera siempre, siempre, siempre hubiera alguito de $$ guardada para un taxi de emergencia. Que salí en un date con un tipo y en la mitad del date ya no estaba contenta; entonces pido un taxi, con la total tranquilidad de que en mi billetera hay suficiente $$ para pagar la carrera.
Claro que cuando me fui del país, el "taxi" se volvió un poquito más caro, de modo que me prometí a mi misma que en mi cuenta siempre, siempre, siempre habría alguito de $$ guardada para un tiquete de regreso a mi casa. Tailandia fue un poquito complicado porque el tiquete a Barranquilla costaba USD 3,000, pero un tiquete a USA (sólo USD 500) era suficientemente cerca de casa para sentirme segura. Todavía tengo esa caleta en caso de una emergencia. Pero como ahora soy mayor, la caleta incluye suficiente $$ para estadía de un par de noches en un hotel 5 estrellas, en caso de emergencia. Porque las emergencias siempre ocurren cerca de un Waldorf-Astoria, right?
Anyway. Vuelvo al momento de mi moscaenlechisación. Me encerré en el baño (tan sólo el tiempo prudente para similar un descargue de vejiga normal) y pense, Me voy.
Este fue el monólogo interno.
- Me voy.
- Listo, vete. ¿A dónde?
- No sé, pero me voy.
- Dale. ¿A dónde es que te vas?
- A Kiel.
- Dale, a Kiel. ¿A qué?
- No sé, pero me voy.
- Hmm... Dale. Ok. En serio, ¿para dónde te vas?
- ¿A Barranqulla?
- ¿A esta hora? No seas boba, todos los vuelos están retrasados o cancelados.
- ¿A EE.UU.?
- Dale... ¿dónde?
- No sé... ¿a NC?
El problema no era de opciones. Me siento muy afortunada (y muy agradecida) de saber que soy bienvenida en muchas casas, en muchos lugares del mundo.
El problema no era que sabía que no quería estar donde estaba, sino que no tenía ni idea dónde era que quería estar.
No quería estar en Barranquilla.
No quería estar en Kiel.
No quería estar en EE.UU.
No quería estar en Bogotá.
No quería irme de donde estaba, pero tampoco quería quedarme donde estaba.
Para dar una rápida conclusión a mi historia, y para no hacer que mi mamá llore más al leer esto, Honey me pilló, y me dijo cosas muy lindas. Cosas que de nuevo me hicieron sentir bienvenida. Honey siempre me ha hecho sentir que pertenezco, y esa es la sensación más deliciosa de todas. Sentir que uno está donde debe estar es lo más gratificante. Y a veces necesito que Honey me haga sentir bienvenida otra vez. Afortunadamente él se da cuenta cuando lo necesito, y lo hace. Somos la pareja perfecta--yo toda necesitada de amor, y el todo necesitado de dar amor. :-)
Pero mi punto va mucho más allá de Navidad. Mi punto va a que hace mucho tiempo no sé qué quiero.
Bueno, no, tampoco es tan grave. En este momento, por ejemplo, quiero un helado. Yo siempre quiero un helado.
También quiero hacer mi maestría para poder hacer mi doctorado. Y quiero que haga sol, y que haga calor. Quiero sudar. Quiero poder andar en shorts y chancletas. ¡Que vivan las chancletas! Quiero ser flaca, quiero ser mona, quiero ser más alta, quiero tener boobies más grandes, quiero poder comer sin engordarme, quiero poder comer más variedad de comidas. Sería chévere comer verduras y tomar té.
Pero hablando en serio, hablando de cosas reales, yo no sé qué quiero.
Honey, por ejemplo, desde el mismo día en que lo conocí, me contó de su más grande sueño: irse a vivir a Alemania y estudiar mecánica automotriz. ¡Qué enorme satisfacción la que debe sentir cada día de su vida, y desde hace poco más de un año, al levantarse todos los días en Alemania y estudiar mecánica automotriz! Qué maravilla poder acostarse a dormir sabiendo que su más grande sueño está cumplido.
Honey también tiene el deseo ferviente de hablar inglés perfecto (él dice que quiere hablar inglés como yo, lo cual me parece muy romántico, porque implica que yo hablo inglés perfecto) y quiere viajar por el mundo.
¿Y yo? ¿Yo qué quiero?
Sé que no quiero vivir en Barranquilla, pero quiero volver a Barranquilla. ¿Eso qué significa?
A veces me encuentro confundida y sola. Y ni lo uno ni lo otro es malo. El me-time es de vital importancia para mi sanidad. Y Tico siempre ha dicho que cuando uno tiene un dilema está vivo. Ticotón... ¡estoy MUY viva!
De pronto no es malo esta sensación de nadaismo que estoy teniendo. Depronto esto significa que mis deseos más grandes están cumplidos, y están dando espacio para crear nuevos, más grandes deseos. De pronto mi Coach está leyendo esto y se está dando cachetadas a sí mismo, repitiendo como mantra, ¡No, Natalya, no, Natalya, no, eso no, eso no! Depronto está dándose palmaditas en la espalda repitiendo, como mantra, ¡Lo logré! Ja ja. No sé, no sé.
Cuestionarse en bueno, pero también es bueno--es importante--responderse.
¿Qué quiero entonces, cuando no sé qué quiero?
No me quiero ir, pero no estoy segura de quererme quedar.
No estoy infeliz, pero tampoco me siento con sobredosis dolorosas de felicidad. Pero, ¿quién dijo que las sobredosis dolorosas de felicidad son las que valen la pena? Quizá son mejores aquellos pequeños momentos en los que nos sentimos completos, complementados, comprendidos. En los que nos sentimos no como moscas en leche, y no como perros en misa, sino en nuestra salsa.
Pero la salsa se acaba porque se hizo muy poquita. De una salsa rica nunca se hace demasiada, y casi nunca suficiente. De pronto la salsa, aunque rica, no quedó en su punto perfecto. De pronto la salsa quedó rica, pero demasiado espesa.
Qué tal... yo haciendo metáforas de cocina... como si supiera de lo que estoy hablando.
Me va mejor con la mosca en leche.
¿Qué les gusta a las moscas? ¿La miel? ¿El azúcar? ¿La luz?
Keine Ahnung...
Pero el punto es que la felicidad no puede ser un estado continuo, porque entonces se volvería el status quo y pasaría a ser cotidiano y normal.
Y lo rico de la felicidad es que es especial. Y algo ordinario, por definición, no puede ser extraordinario.
Quizá lo que pasó es que mi nuevo "ordinario" es tan extraordinario que "it has raised the bar" para lo ordinario de verdad. Por eso a veces me encuentro como en un limbo, por eso a veces no me hallo, por eso a veces...
no sé
Por eso a veces no sé.
Sin querer quitarle la importancia a la célebre frase de mi abuela, y, ¿ahora qué hacemos?, yo quiero saber ¿qué quiero uno, cuando no sabe qué quiere?
¿Será que debo concentrarme en mis objetivos más próximos y realizables? Como, por ejemplo, quiero dormir, y mañana quiero montar en trineo. Y quiero un helado. Siempre quiero un helado.
Quiero lo que tengo. Y tengo lo que quiero.
Pero tiene que haber más, ¿no? Debe haber más.
Me siento como Bella, there must be more than this provincial life... O como Pocahontas, what's around the river bend, waiting just around the river bend...
Pero a diferencia de ellas, ya yo tengo a mi príncipe al frente mío. Y él me dice Reinita. Soy su reina.
¿Qué más puede pedir uno, cuando es la Reina de la persona que ama?
No sé qué quiero, porque tengo todo lo que quiero. Tengo entonces es que sentarme a desear cosas nuevas.
Pero por el momento... por el momento voy a acurrucarme al lado de Honey, y voy a geniessen geniessen geniessen (disfrutar, disfrutar, disfrutar) todas las cosas que sí tengo.
Y mañana me preocupo por mi moscaenlechisitud.
Es una sensación complicada, difícil de describir. No difícil porque me falten las palabras (a mi casi nunca me faltan las palabras... y cuando me faltan, me las invento. Es esa la bellezura de mi idioma, y de mi carrera), sino porque la situación, la sensación, la experiencia, es tan patética, tan ridícula, tan--tan triste, que me da como pena aceptarla y describirla.
Pero sé que el primer paso para solucionar un problema es precisamente aceptar que hay un problema. De modo que, aquí voy.
Tengo un problema. Mi problema es que no sé qué es lo que quiero.
La noche de Navidad (para ser exactos, el 24 de diciembre. Los gringos dicen que el 24 es la víspera de la Navidad, y los alemanes dicen que es el primero de 2 o 3 días de Navidad... entonces, para no complicarnos, el 24 del mes en curso) me sentí mosca en leche.
(¿Que cómo se siente una mosca en la leche? Como un perro en misa. Y, ¿que cómo se siente un perro en misa? Esteeeee... no en su salsa. Y, ¿que cómo se siente no estar en su salsa? Puessssss... no bienvenido.)
Así es. Me sentí como mosca en leche. Like a fly in the milk.
Pero fue un sentimiento raro y confuso, porque cuando una se siente como una mosca en leche, generalmente sabe dónde preferiría estar. Pero yo no tenía ni idea dónde hubiese preferido estar.
Sólo sabía que no quería estar donde estaba. Había comida rica, gente que me quería, un lugar agradable... pero, no podía identificar el problema. Mi problema.
Entonces viene el grandísimo problema. Mi mamá me educó para que dentro de mi billetera siempre, siempre, siempre hubiera alguito de $$ guardada para un taxi de emergencia. Que salí en un date con un tipo y en la mitad del date ya no estaba contenta; entonces pido un taxi, con la total tranquilidad de que en mi billetera hay suficiente $$ para pagar la carrera.
Claro que cuando me fui del país, el "taxi" se volvió un poquito más caro, de modo que me prometí a mi misma que en mi cuenta siempre, siempre, siempre habría alguito de $$ guardada para un tiquete de regreso a mi casa. Tailandia fue un poquito complicado porque el tiquete a Barranquilla costaba USD 3,000, pero un tiquete a USA (sólo USD 500) era suficientemente cerca de casa para sentirme segura. Todavía tengo esa caleta en caso de una emergencia. Pero como ahora soy mayor, la caleta incluye suficiente $$ para estadía de un par de noches en un hotel 5 estrellas, en caso de emergencia. Porque las emergencias siempre ocurren cerca de un Waldorf-Astoria, right?
Anyway. Vuelvo al momento de mi moscaenlechisación. Me encerré en el baño (tan sólo el tiempo prudente para similar un descargue de vejiga normal) y pense, Me voy.
Este fue el monólogo interno.
- Me voy.
- Listo, vete. ¿A dónde?
- No sé, pero me voy.
- Dale. ¿A dónde es que te vas?
- A Kiel.
- Dale, a Kiel. ¿A qué?
- No sé, pero me voy.
- Hmm... Dale. Ok. En serio, ¿para dónde te vas?
- ¿A Barranqulla?
- ¿A esta hora? No seas boba, todos los vuelos están retrasados o cancelados.
- ¿A EE.UU.?
- Dale... ¿dónde?
- No sé... ¿a NC?
El problema no era de opciones. Me siento muy afortunada (y muy agradecida) de saber que soy bienvenida en muchas casas, en muchos lugares del mundo.
El problema no era que sabía que no quería estar donde estaba, sino que no tenía ni idea dónde era que quería estar.
No quería estar en Barranquilla.
No quería estar en Kiel.
No quería estar en EE.UU.
No quería estar en Bogotá.
No quería irme de donde estaba, pero tampoco quería quedarme donde estaba.
Para dar una rápida conclusión a mi historia, y para no hacer que mi mamá llore más al leer esto, Honey me pilló, y me dijo cosas muy lindas. Cosas que de nuevo me hicieron sentir bienvenida. Honey siempre me ha hecho sentir que pertenezco, y esa es la sensación más deliciosa de todas. Sentir que uno está donde debe estar es lo más gratificante. Y a veces necesito que Honey me haga sentir bienvenida otra vez. Afortunadamente él se da cuenta cuando lo necesito, y lo hace. Somos la pareja perfecta--yo toda necesitada de amor, y el todo necesitado de dar amor. :-)
Pero mi punto va mucho más allá de Navidad. Mi punto va a que hace mucho tiempo no sé qué quiero.
Bueno, no, tampoco es tan grave. En este momento, por ejemplo, quiero un helado. Yo siempre quiero un helado.
También quiero hacer mi maestría para poder hacer mi doctorado. Y quiero que haga sol, y que haga calor. Quiero sudar. Quiero poder andar en shorts y chancletas. ¡Que vivan las chancletas! Quiero ser flaca, quiero ser mona, quiero ser más alta, quiero tener boobies más grandes, quiero poder comer sin engordarme, quiero poder comer más variedad de comidas. Sería chévere comer verduras y tomar té.
Pero hablando en serio, hablando de cosas reales, yo no sé qué quiero.
Honey, por ejemplo, desde el mismo día en que lo conocí, me contó de su más grande sueño: irse a vivir a Alemania y estudiar mecánica automotriz. ¡Qué enorme satisfacción la que debe sentir cada día de su vida, y desde hace poco más de un año, al levantarse todos los días en Alemania y estudiar mecánica automotriz! Qué maravilla poder acostarse a dormir sabiendo que su más grande sueño está cumplido.
Honey también tiene el deseo ferviente de hablar inglés perfecto (él dice que quiere hablar inglés como yo, lo cual me parece muy romántico, porque implica que yo hablo inglés perfecto) y quiere viajar por el mundo.
¿Y yo? ¿Yo qué quiero?
Sé que no quiero vivir en Barranquilla, pero quiero volver a Barranquilla. ¿Eso qué significa?
A veces me encuentro confundida y sola. Y ni lo uno ni lo otro es malo. El me-time es de vital importancia para mi sanidad. Y Tico siempre ha dicho que cuando uno tiene un dilema está vivo. Ticotón... ¡estoy MUY viva!
De pronto no es malo esta sensación de nadaismo que estoy teniendo. Depronto esto significa que mis deseos más grandes están cumplidos, y están dando espacio para crear nuevos, más grandes deseos. De pronto mi Coach está leyendo esto y se está dando cachetadas a sí mismo, repitiendo como mantra, ¡No, Natalya, no, Natalya, no, eso no, eso no! Depronto está dándose palmaditas en la espalda repitiendo, como mantra, ¡Lo logré! Ja ja. No sé, no sé.
Cuestionarse en bueno, pero también es bueno--es importante--responderse.
¿Qué quiero entonces, cuando no sé qué quiero?
No me quiero ir, pero no estoy segura de quererme quedar.
No estoy infeliz, pero tampoco me siento con sobredosis dolorosas de felicidad. Pero, ¿quién dijo que las sobredosis dolorosas de felicidad son las que valen la pena? Quizá son mejores aquellos pequeños momentos en los que nos sentimos completos, complementados, comprendidos. En los que nos sentimos no como moscas en leche, y no como perros en misa, sino en nuestra salsa.
Pero la salsa se acaba porque se hizo muy poquita. De una salsa rica nunca se hace demasiada, y casi nunca suficiente. De pronto la salsa, aunque rica, no quedó en su punto perfecto. De pronto la salsa quedó rica, pero demasiado espesa.
Qué tal... yo haciendo metáforas de cocina... como si supiera de lo que estoy hablando.
Me va mejor con la mosca en leche.
¿Qué les gusta a las moscas? ¿La miel? ¿El azúcar? ¿La luz?
Keine Ahnung...
Pero el punto es que la felicidad no puede ser un estado continuo, porque entonces se volvería el status quo y pasaría a ser cotidiano y normal.
Y lo rico de la felicidad es que es especial. Y algo ordinario, por definición, no puede ser extraordinario.
Quizá lo que pasó es que mi nuevo "ordinario" es tan extraordinario que "it has raised the bar" para lo ordinario de verdad. Por eso a veces me encuentro como en un limbo, por eso a veces no me hallo, por eso a veces...
no sé
Por eso a veces no sé.
Sin querer quitarle la importancia a la célebre frase de mi abuela, y, ¿ahora qué hacemos?, yo quiero saber ¿qué quiero uno, cuando no sabe qué quiere?
¿Será que debo concentrarme en mis objetivos más próximos y realizables? Como, por ejemplo, quiero dormir, y mañana quiero montar en trineo. Y quiero un helado. Siempre quiero un helado.
Quiero lo que tengo. Y tengo lo que quiero.
Pero tiene que haber más, ¿no? Debe haber más.
Me siento como Bella, there must be more than this provincial life... O como Pocahontas, what's around the river bend, waiting just around the river bend...
Pero a diferencia de ellas, ya yo tengo a mi príncipe al frente mío. Y él me dice Reinita. Soy su reina.
¿Qué más puede pedir uno, cuando es la Reina de la persona que ama?
No sé qué quiero, porque tengo todo lo que quiero. Tengo entonces es que sentarme a desear cosas nuevas.
Pero por el momento... por el momento voy a acurrucarme al lado de Honey, y voy a geniessen geniessen geniessen (disfrutar, disfrutar, disfrutar) todas las cosas que sí tengo.
Y mañana me preocupo por mi moscaenlechisitud.
Always a pleasure to read :)
ReplyDeleteI was thinking of something similar these past couple of days actually. Lo iba mencionar in the email I would send you this weekend with a disclaimer that you could just ignore that part of it if you didn't want any boat rocking, pero veo que I'm already late to the party (and with a fashionably long run-on sentence).
Anyway, I'll send that email this weekend. :)
Lo logré!!! jejeje
ReplyDeleteNatal... a mis tiernos 49 años la vida me ha enseñado que son MUCHISIMOS los momentos de "no se que quiero.." entonces UNA se embarca en una cantidad de actividades buscando ese "no-se-que-quiero" y poco a poco va encontrando que cuando se encuentra el "ese-que-quiero", vuelve y juega la sensación de "y ahora que hacemos". Creo que estás creciendo (carita feliz).
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